No sé si habréis escuchado alguna vez esta frase, además de ser el título de una canción de los Mojinos Escozios es también un dicho popular que viene a decir que en un sitio donde hay mucha gente cada uno tiene que buscarse la vida, porque al final nadie va a cuidar de nadie.
Se podría decir que en el wow pasa más o menos lo mismo, sólo que en vez de cortijos aquí tenemos reinos y hermandades. No creo que descubra nada nuevo si lo digo pero por si acaso ahí va. En los reinos y en las hermandades donde hay poca gente todo el mundo se conoce, es más, la mayor parte de la gente se ayuda los unos a los otros.
En cambio cuanta más gente hay en una comunidad más difícil es encontrar apoyo por parte de los demás. Yo debo de tener algún tipo de imán, que hace que vengan a donde estoy para contarme sus vivencias jugadores de todo tipo, unos sólamente quieren a alguien con quien hablar un rato, otros buscan consejo... pero por lo general todos quieren desahogarse.
El caso es que con el tiempo he llegado a escuchar algunas historias tantas veces, que ya casi podría decir que me las sé de memoria. En cada una hay matices distintos y pequeños detalles que hacen esas historias únicas y distintas las unas de las otras, pero en el fondo la historia es siempre la misma. Dejad que os cuente una de ellas.
Un jugador, no importa de qué facción ni de qué reino, viene a hablar conmigo, me dice que tiene problemas en su hermandad y que no sabe cómo hacerles frente. Su hermandad es de las más grandes del reino, de esas que pueden tener conectados a más de 50 miembros al mismo tiempo, de esas que tienen más de 900 miembros en total, de las que tienen varias raids distintas y también varios rosters de rbg. Una hermandad con buen nombre y avance ¿Cuál es el problema entonces? Que a este jugador nadie le hace caso.
Es sólo uno entre tantos otros, no destaca por nada, acaba de llegar y no conoce a nadie. Y lo que es peor, allí son tantos que nisiquiera saben que existe. Es así, para el resto de la hermandad este tipo de jugadores es como si no existiesen, mientras están subiendo de nivel nadie les hace caso, y cuando llegan al nivel máximo resulta que han terminado de subir sin relacionarse con el resto y por lo tanto nadie cuenta con ellos.
Literalmente se tienen que buscar la vida, y en muchas ocasiones debido a la poca atención que le prestan sus compañeros, terminan por hacerlo fuera de la hermandad ¿Entonces cuál es la solución a este problema?... Sinceramente no lo sé.
Son muchos los factores que intervienen en la creación del problema. Para empezar, una hermandad no puede funcionar correctamente con tantos miembros, y atender de la manera precisa las necesidades de todos ellos. Y no puede hacerlo porque es prácticamente imposible llevar un control sobre los miembros, para saber qué hace cada uno, qué necesita, y de qué manera puede colaborar con el resto.
En la práctica estas hermandades terminan divididas en grupos dentro de la misma hermandad. La raid nº1 por un lado y la nº2 por el otro, los pvperos por aquí y los que hacen las diarias juntos por allá. Pero en realidad no hay una unión total, no existe un nexo que alguien pueda decir que los une a todos.
Por mucho que se quiera, una hermandad demasiado grande no se puede controlar, y al final termina perdiendo miembros, porque algunos necesitan más atención de la que se les puede prestar.
Supongo que el problema consiste en que no todo el mundo sabe buscarse la vida por sí solo, algunos jugadores necesitan ayuda constante de sus compañeros, y si no la consiguen dirán adiós y seguirán su camino.
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